Los expedientes de Jeffrey Epstein por eso significan la oportunidad de desnudar este pútrido poder, urgar en la inmundicia que contienen sus archivos y enfrentar la inhumana e inexplicable condición humana de quienes dirigen y lideran la economía y la política mundial, un poder corrupto global que hiede cada día más.
Por eso los ciudadanos de los Estados Unidos y del mundo entero deben descubrir, a pesar del horror que les produzca, cómo estos sórdidos y opulentos personajes han hecho de la economía y la política una fuente de satisfacción mezquina de sus más oscuros deseos e intereses, que van desde los genocidios, las guerras inmorales, la cacería de humanos, el empobrecimiento de cientos de millones de personas, los negocios sucios, las intervenciones criminales a países vulnerables y hasta la violación impune de niñas inocentes de Europa, Sur América y los propios EEUU. Donde Epstein es la punta del iceberg de la mayor red de abuso de menores que haya sufrido el planeta, y que a la vez se convirtió en una poderosa herramienta de chantaje político y económico mundial.
Pero ¿qué tiene qué ver Epstein y su red de tráfico de menores con el genocidio en Gaza, las crisis financieras que quebraron a millones de personas, muchas guerras inmorales y otras formas de abuso de poder a nivel global? La respuesta parece ser que demasiado, y por eso hay tantos intereses poderosos empeñados en que se entierre el asunto, empezando por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, parte importante de la banca internacional, partidos políticos, la realeza, medios de comunicación, empresarios, figuras influyentes de todo tipo y un actor que ha pasado desapercibido en el debate público: las agencias de inteligencia como el Mossad y la CIA.
El tema de Epstein involucra a tanta gente, con tanto poder, que a pesar de que el proyecto de ley para publicar sus archivos fue votado por la Cámara y el Senado de forma casi unánime, y Trump lo firmó con prisa, a pesar de su pelea de años con las víctimas, los medios de comunicación y hasta su propio partido por mantener los archivos de Epstein debajo del tapete, la pelea por conocer la verdad está lejos de terminar.
Para empezar, fue el propio sistema judicial norteamericano el que protegió y brindó impunidad a Epstein para operar la red de tráfico de menores durante dos décadas, recibiendo un trato especial de funcionarios como el entonces fiscal federal Alex Acosta. Acosta, que pactó en secreto la impunidad del traficante y violador de menores, no solo no fue investigado y sancionado por esto, sino que en la primera presidencia de Trump fue premiado con su nombramiento como Ministro de Trabajo, cargo al que tuvo luego que renunciar ante la tenacidad de las víctimas y el apoyo de la prensa libre norteamericana, que llevaron a la cárcel a Epstein y su principal cómplice, Ghislaine Maxwell, y permitieron que se descubriera el inicio de este escándalo.
El entonces fiscal Acosta, excusó su negligencia frente a Epstein, alegando que había recibido la advertencia de no meterse con el excéntrico magnate, ya que este era un alto agente de inteligencia. Y acá viene lo más escabroso del asunto, porque Epstein, un simple profesor de matemáticas, pasó de ser un hombre del común, a disponer de una poderosa infraestructura de tráfico internacional de menores de edad, cuyos clientes eran miembros de la élite política y económica mundial, infraestructura que incluía un sofisticado sistema de grabación de todo lo que sucedía en su isla privada en el Caribe y sus lujosas mansiones en Nueva York, Nuevo México, París y otras partes del mundo.
Por eso periodistas como Dylan Howard, Melisa Cronin, James Robertson, entre otros, afirman que Epstein, miembro de una familia judía de clase media de Nueva York, trabajaba para la cuestionada agencia de inteligencia israelí, el Mossad. Versión que se suma al testimonio del ex agente del Mossad, Ari Ben-Menashe, quien afirma que la extrema derecha de Israel, que encabeza hoy Netanyahu, financió y usó como herramienta de chantaje y extorsión internacional a la red de violación de menores de Epstein, la cual ayudó a montar como estrategia de coerción política.
Ari Ben-Menashe afirma incluso que el Acuerdo de Paz entre Israel y Palestina, que iba a concretarse en la Cumbre de Camp David, en julio de 2000, entre el primer ministro israelí, Ehud Barak y Yasser Arafat, con la mediación del entonces presidente estadounidense Bill Clinton, fracasó realmente por la oposición de la extrema derecha sionista, que chantajeó tanto a Ehud Barak, como a Bill Clinton a través del Mossad, que tenía un as bajo la manga: Jeffrey Epstein. Esta acusación cobra mayor sentido cuando vemos que, según el libro “Historia secreta del Mossad”, del escritor inglés Gordon Thomas, fue el Mossad quien grabó las llamadas sexuales entre Lewinsky y Clinton. Con lo cual no es difícil inferir que lo de la becaria Lewinsky, fue solo una pequeña advertencia para Clinton, frente a lo que podían publicar de él en la isla y mansiones de Epstein.
De confirmarse esto, lo que descubrirán los ciudadanos estadounidenses es que gran parte de su política exterior, e incluso interior, es dominada por un gobierno extranjero, Israel, que extorsiona a su presidente y gran parte de la élite política y económica, aprovechándose de su pedofilia para, por ejemplo, conseguir apoyo político, militar y financiero y ejecutar impunemente el genocidio en Gaza.
Lo desalentador del caso es que la Fiscal General de los Estados Unidos, Pam Bondi, quien está al frente del Departamento de Justicia, es quien puede decidir si desclasifica o no los archivos de Epstein. Y esta funcionaria, se la ha jugado por obstaculizar la justicia y proteger a Trump, llegando incluso a presionar a los congresistas republicanos para evitar que votaran el proyecto de ley para liberar el infame expediente. Y además, ha advertido a Trump que su nombre aparece repetidamente en varios de los archivos de forma comprometedora. Archivos como los filtrados hace poco, donde Epstein, hablando de Trump, decía en 2018: “Yo soy el único capaz de acabar con él” y “Sé lo corrupto que es Donald” “He conocido gente muy mala, ninguna tan mala como Trump, no tiene ninguna célula decente en su cuerpo”.
Bondi es una fiscal que pasa de largo ante las enormes evidencias que demuestran que la muerte de Epstein no fue un suicidio, sino muy seguramente un asesinato, una muerte muy conveniente para su jefe y decenas de políticos y empresarios poderosos del mundo.
Fiscal que recibió recientemente la orden de Trump de investigar las relaciones de Clinton y otros miembros del partido demócrata con Epstein, con lo cual puede ahora perfectamente decir que, a pesar de la Ley, no podrá liberar los archivos porque hay una investigacion abierta, alegando reserva del sumario. O incluso, ante el inminente involucramiento de una agencia de inteligencia extranjera, como el Mossad o la CIA, podrá decir que no libera los archivos por motivos de seguridad nacional, ya que el propio proyecto incluye esta salvedad, que es una verdadera trampa y burla a la justicia, a las víctimas y al mundo perpetrada por Republicanos y Demócratas.
Mientras tanto, las víctimas de esta red de pedofilia se organizan, muestran su rostro al mundo y anuncian la publicación de su propia lista de la depravación, sus propios archivos para destapar esta repugnante red de tráfico de menores, y la prensa libre lanza preguntas al presidente Trump, como la realizada por la reportera Catherine Lucey, corresponsal de Bloomberg, frente a las menciones de Trump en los archivos de Epstein, recibiendo como respuesta, del presidente de los Estados Unidos, un “cállate cerda”.
Gabriel Bustamante Peña, Presidente del Instituto de Ética Pública y profesor universitario
Foto tomada de: CNN en Español

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