A finales de 1948 Estados Unidos producía más del 70 % de los carros del mundo y generaba los alimentos y vituallas para sostener tanto a los ganadores como a los perdedores de la Segunda Guerra Mundial. El año pasado Estados Unidos produjo menos del 12 % de los carros del mundo y China más del 30 %. Toda Asia produjo ese año más del 50 % de los carros del mundo. Esa es la fotografía. La tendencia es mucho más amenazante.
La ilusión del presidente Trump es atraer a las empresas gringas y ojalá del resto del mundo, a producir en Estados Unidos para evitar pagar los nuevos aranceles. Así volvería “América” a ser grande.
De paso, los billones de dólares que espera obtener el Gobierno estadounidense por el pago de los nuevos aranceles servirán para compensar, en las finanzas estatales, la reducción de impuestos a las grandes empresas con la cual espera estimular la producción en ese país.
Los formuladores de esas políticas no ignoran que habrá un inmenso costo social, porque los aranceles se trasladarán a los consumidores. Y es posible que entiendan que las empresas anticiparán la escasez, ante la ruptura de las cadenas de abastecimiento de materias primas e intermedias, y marcarán precios especulativos, de monopolio, con efectos de inflación y estancamiento. Pero ese es el precio que esperan pague la población estadounidense para retomar la industrialización.
No obstante la lucidez de la política enunciada, hay tres riesgos insuperables:
Primero, los costos de la relocalización de las empresas son imponderables. Hay costos de aprendizaje -de empresarios, trabajadores y tecnologías blandas-, que no son solo financieros sino de tiempos económicos. Algunas cadenas tomarán tres años y otras 10 o nunca se adaptarán. Cuando el presidente Uribe decidió entregar la producción de algodón, cereales y leche a Estados Unidos en el TLC, por dar solo esos ejemplos, los muchachos neoliberales que lo asesoraban dijeron que esos empresarios y trabajadores se relocalizarían pronto en industrias más eficientes y competitivas. Yo escribí un artículo sobre los costos de la relocalización que resultó cumplido, a posteriori. La única industria donde esos costos fueron fácilmente absorbidos fue en el narcotráfico y en los grupos armados insurgentes y paramilitares. Las empresas y trabajadores que se relocalizaron, de producir para el mercado interior a “aprovechar” los aranceles cero de EEUU por el TLC, han sido totalmente marginales.
Segundo, de seguro el “resto del mundo” reaccionará, tarde o temprano, ante el nuevo proteccionismo estadounidense. Y lo hará donde más les duela a las empresas que apoyan al presidente Trump, no solo con aranceles sino mediante otras medidas retaliatorias. Esa será la guerra comercial más aguda de la historia del capitalismo, en tiempos de paz, hasta que se desate, dios no lo quiera, como decía mi mamá, la guerra de verdad. Lo que el Gobierno estadounidense ha emprendido es una guerra en el marco de la economía real, la producción y el empleo. Pero el mundo funciona inevitablemente con la economía financiera (el dinero, diría Marx, no es supuesto sino puesto en la dinámica económica). La órbita financiera, las bolsas de valores, el mercado de monedas y el sistema de crédito, indispensables para las transacciones internacionales, entrará en crisis.
Lo que estará en cuestión, en el muy corto plazo, es si el dólar continuará siendo la moneda patrón y la reserva internacional de valor, en el cual se seguirán haciendo las transacciones internacionales. Así estallará la guerra en el ámbito financiero y no solo en el espacio real, productivo.
Tercero, parece que pasamos de la era de la competencia globalizada a la era de la incertidumbre predatoria planetaria. Las empresas, para tomar decisiones de inversión necesitan algún patrón de estabilidad para calcular sus costos, sus ventas y el tiempo de recuperación del portafolio. Hoy, todas las inversiones están congeladas. ¿Quién puede estimar cuál será la inflación futura en Estados Unidos? ¿Cuáles serán las reacciones en el mediano y largo plazo de China y de otros países asiáticos a las medidas del presidente Trump? ¿Cuáles las de la Unión Europea? ¿El presidente Trump reculará pronto, como siempre lo ha hecho? ¿Las empresas del sector real en EEUU tienen los mismos intereses en Asia que las del sector tecnológico y que las del sector financiero, y cómo pujarán en el Gobierno? ¿Alguien serio en el mundo estimará cuáles serán las tasas de interés y las tasas de cambio en los próximos tres meses o a fin de año?
El mandato del presidente Trump dura 4 años, pero él cree que puede reelegirse. ¿Cuánto aguantará el mundo sin instituciones y reglas del juego internacionales estables?
Mientras tanto, comienza a aparecer cierto oportunismo infante que cree que hoy Colombia tiene más oportunidades que ayer. Calma. No somos una isla. En el mundo estamos. En el mundo real y en el financiero. El verdadero objetivo del Gobierno Trump es la competencia con China y Asia en general. En la pelea de gigantes los infantes podemos salir machucados. Una alerta al canto: toda la producción industrial que Asia no pueda vender a EEUU vendrá barata a Colombia, así sea de contrabando y puede arrasar lo poco que nos queda. Las “oportunidades” son calvas.
Jorge Pulecio
Foto tomada de: BBC
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